Conversación con Vicente Quirarte
Mariel Iribe Zenil
Una mañana de 1973, impulsado por el estremecimiento del primer contacto con la poesía de Gilberto Owen, Vicente Quirarte entró en la biblioteca del Colegio de México, buscó las obras del poeta pero sólo encontró que no había más que la edición de 1952.
Lejos de caer en el desanimo, Quirarte encontró refugio en los versos de Sindbad el varado “Si no es amor, ¿qué es esto que me agobia de ternura?”, una poesía difícil, pero al mismo tiempo estimulante, llena de fusiones emotivas, que sin duda, algo tenían que decirle. Así fue como inició el interminable viaje alrededor del equilibrista, del fantasma, de Gilberto Owen.
“Me estremecí muchísimo con su poesía, fue un contacto, me identifiqué, sin duda. Me hiciste recordar cuando estudiaba Letras y busqué la poesía de Owen, pero no encontré lo que esperaba, a lo mejor desde ahí nació la duda. Después, con el paso del tiempo seguí estudiando la carrera. Primero trabajé una tesis sobre Luis Cernuda, en ese entonces, 1978, uno de los poetas de la generación del 27 menos conocido, menos estudiado”.
Tiempo después, Quirarte, poeta, ensayista y narrador, cayó en cuenta de que había dedicado su vida a escribir libros sobre dos poetas, que de algún modo, fueron los poetas malditos de su generación; ambos decidieron alejarse del escaparate literario.
“Owen se dedicó más que nada a vivir, no a hacer carrera literaria como Torres Bodet o Carlos Pellicer. Se dedicó a ser fiel a lo que decía “si he de vivir que sea sin timón y en delirio.” Después me llamó la atención la relación de Owen con Colombia, haberse casado con una colombiana, haber estado ahí de 1932 a 1946, 14 años. Fue una parte muy importante de su vida”, comentó mientras recordaba los primeros momentos, cuando decidió empezar a armar el rompecabezas de la consciencia teológica de los contemporáneos.
A través de los viajes
El desengaño de Rosario
Vicente Quirarte, de regreso en Culiacán después de mucho tiempo – ya no recuerda cuanto- descubre apenas perceptible, las oscuras aguas del río Tamazula. Sonríe sin creer la velocidad del tiempo, pero conserva su postura de hombre formal y se sumerge en los relatos y anécdotas de los muchos viajes a Colombia y Rosario, que dieron forma al libro “Invitación a Gilberto Owen”.
“Fui, precisamente a buscar sus huellas, y esto me ayudó también a tener otra interpretación de él, a verlo desde su vida, a buscar textos que no estaban en la edición de las “Obras” del Fondo. En la primer visita que hice en mi vida fue a Rosario, hice dos viajes”.
-¿Qué es lo que encontraste en El Rosario esa primera vez?
-No, nada, en el primer viaje tuve un gran desengaño. Yo iba con la idea de buscar huellas de Gilberto Owen, pero no, cuando uno se pone a buscar a un fantasma de Owen, va encontrando y formándose una imagen de él. Es decir, Owen y Rosario no tienen nada que ver desde el punto de vista inmediato, como si tiene que ver Pessoa con Lisboa, Kafka con Praga, su presencia está en su vida y en su obra.
Owen nació en Rosario, pero desde muy joven se había ido a hacer su vida fuera de Sinaloa, y para Quirarte, la labor de reunir los pasajes más importantes de su vida, se volvió una tarea difícil, interminable, aún después de que se convenció de que para encontrar la influencia de Rosario en la obra de Owen, no tenía que buscar en esas calles, sino en su poesía.
“Lo maravilloso de Owen es que transforma su ciudad natal en una generación reacia a hablar en primera persona, lo que más asombra es cómo Owen está hablando de sus raíces. Aquella vez iba rumbo a Mazatlán en un viaje de vacaciones, hace muchos años, fue muy poco tiempo, no encontré nada. Todo fue de entrada por salida.
Tiempo después empecé a venir a Culiacán a impartir el taller de creación literaria en DIFOCUR. Entonces ya venía con más calma, más tiempo. Una vez se hizo una mesa redonda sobe Gilberto Owen en Rosario y fue muy interesante porque pude hacer más cosas, como ir al cementerio, ver a los contemporáneos de Owen enterrados, aprender algunas anécdotas de gente mayor que no recordaba a Owen, pero si cosas que habían pasado en su niñez”.
Las visitas a Rosario continuaron, y Quirarte pudo ampliar sus conocimientos, hacer conjeturas, y percibir de una manera distinta, quizá más profunda, su poesía, ya que para el ensayista no hay mejor biografía -sobre todo en el caso de los poetas- que aquella en la que imagina para ver la manera en que su literatura transforma los lugares y les da un sentido diferente.
“También se puede imaginar, es valido”, dice paciente y continúa “Por ejemplo, una cosa es el Marruecos que viven los turistas, y una cosa es el Marruecos que viven los habitantes que ahí nacieron y otro es el Marruecos de la vida de Goytizolo, por eso insisto en que las ciudades, los espacios, son transformados por la literatura”.
-¿Imaginar está en la frontera de inventar?
– El poeta es un fingidor, decía Pessoa ,y fiel a esta idea, Owen también inventaba, se forjaba una historia, lo que se llama vidas imaginarias, por eso la academia estricta no le gusta mucho lo que hago, que invento, pero yo quisiera que el trabajo que hago siempre esté en la frontera de la investigación y las conjeturas. Ahora están las publicaciones más recientes de Jesús Beltrán Cabrera que pretenden demostrar que ni siquiera existió un minero llamado Owen, el padre, entonces el apellido pudo haber sido forjado. No me parece mal, yo creo que lo que es más sorprendente es que Owen haya sido tan fiel a sus raíces y haya forjado una mitología de esos primeros años. El gambusino Rubio, la aparición de Rosario, de esta población mixta entre Mazatlán y Rosario que es “La llama fría”.
Colombia
Los colores de Gómez Jaramillo
Siempre lo había visto -en blanco y negro- en las “Obras” del Fondo de Cultura Económica, pero fue en el viaje a Colombia, en una visita a la casa de la hija de Gilberto Owen, Victoria Salazar, cuando al entrar a la sala lo vio, por primera vez y a color.
Sin embargo, más allá del hallazgo que ahora forma parte importante de la iconografía de Gilberto Owen, a Quirarte le impactaron dos cosas: el descubrir que el mítico retrato existía y el parecido de Victoria y Gilberto con su padre.
“Eso fue lo más emocionante, ver en la sala, el famoso retrato, un retrato que sólo habíamos visto en papel, y verlo ahí, ver que existía fue muy emocionante. Su hija me permitió tomar fotografías, ella era parecida al padre y después conocí a su hijo que también es muy parecido a Owen, tiene la edad que no alcanzó Owen, muy parecido, pero más alto, muy formal y muy serio.
Ahora recuerdo una anécdota de un amigo que fue a Chile a la casa de Vicente Huidobro y le dijeron “Ahorita viene a saludarlo el señor Vicente Huidobro” y salió el hijo, y para él fue un gran impacto. Fue algo parecido”, comentó mostrando apenas una ligera sonrisa.
Pero el encuentro con Victoria Salazar no fue el único, ni el más interesante, Vicente Quirarte, que poco a poco empezaba a comprender y a ver con más claridad la obra de aquél fantasma, se encontró de pronto y por casualidad, frente a Blanca Margarita Guerra Estrada, sobrina de Owen, quien no sólo le enseñó el álbum fotográfico de la familia (el poeta de niño, el poeta con ella, el poeta con su madre), sino también, le dio información que sin ella jamás se hubiera podido conocer.
“Ahora veo todo de otra forma, ahora entiendo muchas cosas que antes quizá no. También, tiempo después, en una mesa redonda sobre Owen, tuve una gran fortuna. De pronto entre la gente se levantó una señora rubia de ojos azules, muy intensos y dijo: “Les agradezco mucho todo lo que han dicho de Gilberto Owen, un poeta muy olvidado, porque yo soy la sobrina de Gilberto Owen”. Ahí estaba Blanca Margarita Guerra Estrada. Claro, me lancé sobre ella”.
Gracias al encuentro con Blanca Guerra, no sólo se logró publicar iconografía inédita de Owen, sino que después de observar una foto donde el poeta posaba con su sobrina en un parque de Xochimilco en 1943, Quirarte nunca pensó que encontraría una historia, la historia de la protagonista de “El libro de Ruth”.
“El libro de Ruth apareció en 1944, Owen llegó a México en 1942, y al estar viendo esas fotos, vi una donde estaba ella de 18 años y el tío con un traje blanco la está sosteniendo por la cintura en un parque. Entonces yo le comenté que no parecían primos en la foto, más bien parecían novios, y me dice: bueno, es que no sólo parecíamos”. Al examinar el poema, obviamente se está hablando de un incesto. Sin embargo, conocer a la protagonista del poema fue impresionante”, dice y aún se humedecen, ligeramente, los ojos.
-¿Te contó alguna otra anécdota que ahora te ayude a comprender mejor su poesía?
– Me contó una anécdota. Me dijo que habían encontrado a un borrachito tirado en la calle y que él (Owen) sacó un billete y se lo metió en la bolsa de la camisa, pensando en lo contento que iba a estar al día siguiente cuando despertara. Esto, todo esto te lleva a leer de otro modo su poesía, por ejemplo cuando dice:
Ese ángel de la guarda que se duerme borracho, mientras allí a la vuelta matan a su pupilo:
¿Qué va a llevar más que el puñal del grito último de su Amo?
¿Qué va a mentir?
Podemos entender el poema, pero después de tener más datos es como leer un tejido de su vida. Si, y definitivamente entender y leer a Owen se ha convertido en algo personal, algo importante.
– Me imagino que después de estudiar a dos poetas como son Luis Cernuda y Owen, sin duda algo debe de haber que te ata al pasado y por ende a la investigación.
-Bueno si, mi padre era historiador y mi primer contacto formal con la escritura fue con la historia, y me acuerdo que cuando estaba chico, en quinto de primaria, me dijo que antes de ir a jugar, todos los días, tenía que leer un libro de historia y hacer un resumen de lo que más me acordara. Fue una disciplina maravillosa. La historia siempre me ha apasionado, ver la relación entre la vida y la obra.
-Después de haber buscado la huella de Owen durante tantos años, de haber descubierto episodios claves en la vida del poeta, ¿de qué instante, pasaje de la vida de Gilberto Owen le hubiera gustado ser testigo?
-Yo creo que… qué bonita pregunta… en el periodo que va de 1923 a 1928 porque él llega a México con una mano adelante y otra atrás y en cinco años aprende a tocar todos los instrumentos, escribe poemas en prosa, escribe un libro “Desvelo”, traduce, monta obras de teatro, es actor del teatro de Ulises, todo lo hace.
Pensando en un momento, sería cuando se enamora de Clementina Otero, y he estado vinculado en dos proyectos que tienen relación con eso. En la edición de las cartas a Clementina Otero, en Siglo XXI. Trabajé con la hija de Clementina, las ordenamos, y fue como estar tocando a la musa de Owen, ver las cartas me resultó muy conmovedor, y todo lo que estaba viviendo, se reflejaba en lo que escribía. Al final del libro de Ruth, cuando el amor ya no puede ser, cuando se tiene que ir, dice:
Ya me voy con mi muerte de música a otra parte.
Ya no me vivo en ti. Mi noche es alta y mía.
Es el mismo tono amoroso de las cartas, y también cuando en Sindbad el Varado:
Tal vez mañana el sol en mis ojos sin nadie,
Tal vez mañana el sol,
Tal vez mañana,
Tal vez.
Pero Quirarte sonríe y acepta que, tal y como lo cuenta en “Invitación a Gilberto Owen, hasta ahora y después de los viajes en busca de alguien que pueda darle alguna pista sobre el poeta, aún queda la duda en el aire, aún siente la angustia de la incertidumbre.
“A mi y a mi mujer se nos ocurrió traer la guija y preguntarle sobre Owen, y le pregunté ¿a quién amó más Gilberto Owen? Yo quería saber cuál era la mujer, y la guija escribió, tramposamente, poesía”.